354 páginas.
En 1981 Michel Foucault dicta un curso en el Collège de France que marca una inflexión decisiva en su derrotero de pensamiento y el proyecto esbozado en 1976 de una «historia de la sexualidad». En ese momento, las artes de vivir se convierten en el núcleo de sentido a partir del cual podrá desplegarse un nuevo pensamiento de la subjetividad. Y también en ese momento, Foucault problematiza una concepción de la ética comprendida como la elaboración paciente de una relación de sí consigo mismo. El estudio de la experiencia sexual de los antiguos permite esos nuevos despliegues conceptuales. En ese marco, analiza escritos médicos, tratados sobre el matrimonio, la filosofía del amor o el valor pronóstico de los sueños eróticos, con el fin de encontrar en ellos el testimonio de una estructuración del sujeto en su relación con los placeres (aphrodisia) anterior a la construcción moderna de una ciencia de la sexualidad, y anterior, asimismo, a la obsesión cristiana con la carne. La apuesta consiste, efectivamente, en establecer que la imposición de una escrupulosa e interminable hermenéutica del deseo constituye la invención del cristianismo. Pero para ello, era importante recuperar la especificidad irreductible de las técnicas de sí antiguas.
Subjetividad y verdad. Curso en el Collège de France (1980-1981). Michel Foucault
354 páginas.
En 1981 Michel Foucault dicta un curso en el Collège de France que marca una inflexión decisiva en su derrotero de pensamiento y el proyecto esbozado en 1976 de una «historia de la sexualidad». En ese momento, las artes de vivir se convierten en el núcleo de sentido a partir del cual podrá desplegarse un nuevo pensamiento de la subjetividad. Y también en ese momento, Foucault problematiza una concepción de la ética comprendida como la elaboración paciente de una relación de sí consigo mismo. El estudio de la experiencia sexual de los antiguos permite esos nuevos despliegues conceptuales. En ese marco, analiza escritos médicos, tratados sobre el matrimonio, la filosofía del amor o el valor pronóstico de los sueños eróticos, con el fin de encontrar en ellos el testimonio de una estructuración del sujeto en su relación con los placeres (aphrodisia) anterior a la construcción moderna de una ciencia de la sexualidad, y anterior, asimismo, a la obsesión cristiana con la carne. La apuesta consiste, efectivamente, en establecer que la imposición de una escrupulosa e interminable hermenéutica del deseo constituye la invención del cristianismo. Pero para ello, era importante recuperar la especificidad irreductible de las técnicas de sí antiguas.
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