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"Se me ha acusado en diversas ocasiones de ser un pesimista. Y esto es lo que soy, en la medida en que no creo en el carácter absoluto de los ideales humanos. Pero soy al mismo tiempo un optimista, en la medida en que creo plena y firmemente en la capacidad de los ideales para propagarse y desarrollarse". Estas palabras de Henrik Ibsen, no sólo nos hablan del porqué de su necesidad de escribir sus dramas y mostrarlos al mundo, sino de su compromiso apasionado por ver transformada cultural y socialmente a la sociedad pacata y conservadora que le tocó en suerte en esa Europa convulsionada y, por supuesto y sobre todo su Noruega, eclipsada por el poder fáctico de Suecia y Dinamarca. Y aportó no pocos pensamientos nuevos, modernos, dando la voz a unos personajes a la altura de sus sueños y de sus muchas inquietudes; también en esa gesta revolucionó la dramaturgia mundial por sus innovaciones formales y temáticas. Y será que los verdaderos dramas humanos son universales y atemporales, que Un enemigo del pueblo tiene una vigencia extraordinaria.