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El autor loco del Necronomicón se había esforzado en jurar y perjurar que los shaggoths nunca habían vivido en nuestro planeta y que solo podían imaginarse bajo el efecto alucinógeno de las drogas. ¿Era realmente así? ¿Qué había en la ciclópea ciudad subterránea frecuentada por los pingüinos? Esta historia nos cuenta, con el ánimo de desestimar futuras exploraciones, lo que un grupo de investigadores encontraron en los remotos confines de la Antártida. H. P. Lovecraft, más emparentado que nunca al maestro del terror, relaciona este relato con las extrañas ideas sobre las fuentes prohibidas e insospechadas a las que podría haber tenido acceso Poe hace un siglo, cuando escribió Las aventuras de Arthur Gordon Pym.